domingo, 11 de marzo de 2018

Una Tarde




Los ojos negros de todos seguían las curvas de su cintura de avispa, sus caderas de movían de un lado para otro, con rapidez, ligereza y elegancia; a simple vista se podía ver como sus nalgas eran flácidas y, que, si no fuera porque llevaba una falda negra, larga, muy larga, su celulitis se vería  con nitidez; su ombligo es como los que me gustan, ni muy profundo ni muy salido, justo como el mío; no era gorda, pero la falda le llagaba hasta el punto justo antes del ombligo, haciéndole una curvatura en el abdomen que daba la impresión de que tenía dos meses de embarazo o en su defecto una muy mala digestión; naturalmente tenía unos tenis, los típicos tenis que tiene las universitarias o las jovencitas “normales” unos Adidas Super Start, lo más común y normal para mi gusto, pero eran sus TENIS. Su morral universitario le llegaba hasta las nalgas de manera que con cada paso era inevitable ver como el bolso se levantaba y genera un ruido similar a sus pisadas.
Ella sentía como los ojos negros de todos los tenderos, peluqueros, comerciantes y albañiles solo se movían en dirección hacia ella, ¿mirándola, observándola, morboseandola, admirándola?, no lo sabía, ella únicamente podía percibir el movimiento de todos sus ojos frente a los suyos, con disimulo incluso se percataba de como retorcían sus cabezas para no perderla de vista, por lo menos, no tan rápido.
Su cabello no era ni muy largo ni muy corto, lo suficiente para que el viento que soplaba a su favor lo elevara para atrás, refrescando su juvenil, pero cicatrizado rostro –lleno de huellas adolescentes- era de color rubio, un rubio teñido, muy lacio probablemente por algún procedimiento; la queratina, el chocoliss, la plancha o sencillamente, así era.
No estaba modelando, solo estaba caminando por las calles de siempre, pero, como nunca. Quizás era solo un día más, un día rutinario, un día común y corriente, sin nada de extraordinario, todo trascurría, fluía como siempre y como nunca al mismo tiempo.
Todo era igual, se veía igual; las mismas calles, las mismas putas paradas en las esquinas y los mismos viejos de ojos negros.
Dio vuelta en la esquina hacia la derecha, ahora los ojos negros de todos tendrían que distraerse o entretenerse con otra cintura. Se esfumo con el viento a su paso, dejando un soplo de vida en todos aquellos ojos negros.

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