lunes, 19 de marzo de 2018

Un recuerdo inocente

A veces, ser niña y estar un poco informada no resulta ser una buena idea. Salía de darme una ducha y mientras me secaba con una toalla bastante colorida y pintoresca, justo cuando está pasándola por mis senos, empecé a sentir como me dolían con un movimiento tan suave como lo es pasar una toalla, entonces, la deje a un lado, me acerque a un espejo enorme que había en mi cuarto, me mire y palpe con atención, tenía unas pequeñas bolas. Mi corazón latía con muchísima fuerza, no paraba de llorar llamando a mi mamá, hasta que llegó y le dije entre lágrimas y miedo; tengo cáncer. Mi mamá no sabía qué hacer ni qué decir, estaba desconcertada con lo que había escuchado así que, lo único que podía preguntar era, ¿Por qué dices eso? ¿acaso sientes algo?, le mostré y le explique con mucha concentración; mi mama soltó una carcajada enorme, como nunca antes la había escuchado reírse; me abrazo, me acaricio la cara y me dijo: “Valen, mi amor, estás creciendo, te están, creciendo, así que siéntete feliz”. Ya a mis dieciocho, solo me pregunto, ¿y ahora, ¿qué tengo? ¿Por qué no me siguen creciendo?

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